14 feb 2010

El gato de Schrodinger

   Había pasado cierto tiempo desde el conocimiento de la tremenda noticia, y bueno, no se podía decir que el hombre estaba mal, tampoco estaba como una rosa, pero para lo que se le podía venir encima no estaba nada mal.
Todos le dieron su pesar,  y él no sabía que pensar. Toda esa gente esperando a ver la reacción en su cara... era degradante.. cual cientificuchos de pacotilla abriendo la caja para comprobar si el puto gato estaba vivo.

El hombre, que por no tener nombre llamábanlo Equis, no había tenido problemas en su vida, es más, logró encontrar una mujer que lo adoraba y hasta se compró una berlina, era la típica historia de un hombre previsiblemente solitario que rompió con su soledad.
   Ahora las personas lo miraban con pudor, parecían tristes, pero era pudor, gestos y actitudes cerradas, las que aclaraban abiertamente que nunca podrían vivir con el sufrimiento del pobre Equis.
  

Era mentira, una sucia y burda panda de cretinos que reíanse de él a su espalda pero no fueron lo suficiente valientes para no acudir aquel día, ni valentía para fingir.
Equis tuvo que aguantar afligido el repaso de los cretinos mientras tumbado boca arriba y en una caja; yacía su hijo.