15 jul 2011

La cuestión de la trampa

Una tarde, Buda salió del monasterio y bajó a recibir a sus invitados a la casa del pueblo. Cuando llegó no había nadie, entró en la casa y encontró a un chico rezagado en una silla de madera.
-¿Qué pasa hijo? ¿Donde está el resto de la gente?-preguntó Buda.
-Se han ido todos -explicó el chaval- me han dejado aquí solo. Decían que no podían vivir más soportándome, que cada día les hacia sufrir con una cosa diferente.
El chico no pudo aguantar más y rompió a llorar.
-Di-dij-dijeron que no vo-volverían nunca -balbuceó- que que iban a irse todos,  las 7 familias, a un lugar mejor, que yo era el culpable de haber infectado sus tierras. Pero yo no hice nada.
Muy sabio Buda, comprendió que el chico estaba en apuros.
-Recoge tus cosas y ven conmigo, te llevaré a mi monasterio -le tendió una mano y el chico la miró.
Si hubiera dicho la verdad, aquella noche el chico hubiera dormido en una cama blanda y Buda habría cuidado de él. Pero el joven era un tramposo: Asió la manga naranja con su mano izquierda y cuando Buda se giró, desplazó un cuchillo desde debajo de la silla hasta su garganta. 
Sorprendido, Buda cayó de rodillas y vio en la cara del joven como había sido humillado. Supo que nunca debió fiarse de una persona que decía no hacer nada.

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